A few years back, there was a movie titled Into Great Silence, that was filmed over six months at a Carthusian monastery in France called the Grande Chartreuse. The film depicts the power of silence at all times of the day and its effect on the lives of the monks who live there. The film has no dialogue and no music except what is recorded in context of the daily lives of the monks in liturgy and prayer. It is a stunning film that gathered many accolades across the Catholic world. For the Carthusians, their whole lives are caught up in silent meditation on the love and presence of God. Silence can be unnerving for us who are accustomed to daily noises: city, music, televisions, and other noises constantly bombarding us. Silence is powerful, and it’s important in our lives too.
At Mass, we have times of silence for different reasons. One time is right before Mass, when we gather our hearts and minds to anticipate the opening song and rites. There is silence when we are praying for our prayer partners and our own unspoken prayers, during the prayers of the faithful.
After Communion, when all are aware that we have just received the Holy Eucharist, we take a moment in silent contemplation and prayer. The power of silence, particularly in our prayer lives, is immeasurable. Moments of silence in adoration before the Eucharist, sitting quietly with the Scriptures, or even just sitting with the television off and disconnected from all our gadgets and social media can have a profound effect on us. I mention this because we are making a change in the liturgy that will include moments of silence and allow us to “hear” great silence during the liturgy of the Eucharist.
In brief, we will no longer ring the bells at the elevation of the Eucharist. In truth, they are no longer needed because their original purpose was to signal to the people attending Mass that the elevation and words of institution were being said: “Take this all of you and eat it, this is my body.... this is the chalice of my blood....” When the Mass was said in Latin, and the priest’s back was to the congregation, the people needed to be alerted that this central moment was happening. The bells drew everyone’s attention to the moment. Now, we can clearly see the elevation and hear the words in our own language, and we know that we are in the presence of the living God. We can adore with our eyes, our hearts, and pray the simple silent prayer that I was taught as a child: “My Lord and my God.”
I hope you will “hear” this silence as I have. It is the silence of faith, of adoration, of being in the presence of something greater than ourselves, and a moment of communal awe. For me, these moments, and the moments we take after receiving are among the holiest parts of the Mass. So let us go forward with this change and see how the silence helps us to become more aware of our own and our communal journey to God.
Peace, Fr. Murray
Building News: We are still waiting for the final installation of lights in the foyer and chapel at Immaculate Conception church. We have been given some funds to repair the Ten Commandments and Beatitudes monument. We’ve had some trouble finding someone to fix it, due to the nature of the material used in the monument, but we have some good leads, and the search continues.Hace unos años hubo una película titulada En un Gran Silencio(Into Great Silence).Es una película sin palabras ni efectos especiales y fue filmada en un monasterio cartujo en Francia, la Grande Chartreuse, durante un período de seis meses. Lo que muestra la película es el poder del silencio en todo momento del día y su efecto en la vida de los monjes que viven allí. La película no tiene diálogo ni música excepto lo que se registra en la vida cotidiana de los monjes en la liturgia y la oración. Es una película impresionante que recibió muchos elogios de todo el mundo católico. Es un recordatorio del poder del silencio y la importancia que tiene en nuestras vidas también. Para los cartujos, toda su vida está ocupada en la meditación silenciosa del amor y la presencia de Dios. El silencio puede ser desconcertante para nosotros que estamos acostumbrados al ruido de la ciudad, la música, los televisores y otros medios que nos bombardean constantemente.
En la Misa también tenemos y usamos tiempos de silencio. Observo que hay tipos de silencio. Están los momentos justo antes de la misa cuando anticipamos el canto y los ritos de apertura, el silencio cuando rezamos por nuestros compañeros de oración y el silencio después de la comunión, cuando todos saben que acaban de recibir la sagrada eucaristía.
Creo que el poder del silencio, particularmente en nuestra vida de oración, es inconmensurable. Momentos de silencio en adoración antes de la eucaristía o sentados en silencio con las Escrituras, o simplemente sentados con la televisión apagada y desconectados de todos nuestros aparatos y redes sociales pueden tener un efecto profundo en nosotros.
Presento todo esto porque estamos haciendo un cambio en la liturgia que incluirá algo de silencio y nos permitirá “escuchar” un gran silencio durante la liturgia de la eucaristía. (La misa) En resumen, dejaremos de usar las campanas en las elevaciones durante la misa. En verdad, ya no se necesitan porque su finalidad original era señalar a los asistentes a misa que se decía la elevación y las palabras de institución. “Tomen y coman todos de él, esto es mi cuerpo... este es el cáliz de mi sangre...”. Muchas veces en el pasado, durante la misa en latín, el sacerdote estaba de espaldas a la congregación, por lo tanto, no había forma de saber que se estaba recordando ese momento central a menos que las campanas llamaran la atención de todos sobre el momento.
Ahora, cuando vemos al sacerdote levantar la patena y el cáliz, ya sabemos que estamos en la presencia del Dios vivo, que podemos adorar con nuestros ojos, nuestro corazón y con una sencilla oración en la mente, como la que me enseñaron de niño “Señor mío y Dios mío”. Espero que “escuchen” este silencio como lo he hecho yo. Es el silencio de la fe, de la adoración de estar en presencia de algo más grande que nosotros mismos y un momento de asombro comunitario. Para mí, estos momentos y los momentos que tomamos después de recibir la comunión están entre las partes más sagradas de la misa.
Así que sigamos adelante con este cambio y veamos cómo el silencio nos ayuda a ser más conscientes de nuestro camino propio y comunitario hacia Dios.
Paz, Padre Murray
Noticias de construcción: Todavía estamos esperando la instalación final de luces en el vestíbulo y la capilla. Nos han dado algunos fondos para reparar el monumento de los diez mandamientos y las bienaventuranzas. Es un poco frustrante ya que algunas empresas no están dispuestas a repararlo. El siguiente paso es la empresa que los produce