The past few weeks at the Capitol in Washington have been filled with politics, protest, and promises. The politics of our nation and two major parties and their differences led to the violent protests. As I write this, the police and investigators are still trying to determine what and how the protest happened, and who was behind all of it. It is very strange to think that the President might have been a part of it and that he is accused of encouraging violent action to overthrow the final counting of the November election. Of course, time will reveal all that needs to be revealed to help us continue as a nation.
Meanwhile, with the inauguration comes hope and vision of a new administration. We can pray and lift our voices to assist this new president and all the newly elected politicians as they begin their duties enacting laws for the good of the people. We must also hope that in the coming days violence is rejected as a form of protest, and that violence against life will never be part of the nation’s agenda. Usually, this week we are planning to send a contingent of people from the Archdiocese to the Washington to encourage people to lift their voices in protest to the ongoing right to abortion that is part of our national law. Although it is a sad reality that this is allowed, and we hope for a change in the law, I believe the true work can and must happen closer to home. My opinion is that we cannot legislate morality at this level, so that leaves us with the challenge of creating a world and society where abortion is not necessary. Our challenge is to support and love those who are considering abortion so profoundly that the option no longer feels viable or tenable.
This is a challenging position. However, if women and or couples sensed that, regardless of their situation, they would be supported. Perhaps they and we would see that the best option is always life and protection of the unborn. This means that as a church, community, and society our resources would be allocated for the protection and support of those who are pregnant and unsure or otherwise unsupported. It is a position that requires lots of love, sacrifice, and the willingness to see someone who is struggling with pregnancy and bring them to a sense of peace —regardless of their circumstances.
We must also begin to dialogue with those who perform abortions, or whose work is in that area. They too must be addressed with patience and love. If they are employed and leave this work after determining that they can no longer earn a living do this, we must support that transition—which, again, will require resources, patience and sacrifice. Pro-life is a big umbrella, and all need to be welcomed under it, so we need to also help those who are involved in taking life transition to a pro-life stance. These are the promises that I look for in the pro-life movement.
Finally, for those who have had abortions and are struggling with any emotion of guilt, sadness, shame, we must, and do, welcome them to the Church in a spirit of radical hospitality, to hopefully begin to heal their wounds and strengthen them to continue as members of the community. These thoughts are, I hope, good politics, and promises as we protest for an end to abortion.
Peace, Fr. Murray
Estas últimas semanas en el Capitolio, en Washington, han estado llenas de política, protestas y promesas. La política de nuestra nación y los dos partidos principales con sus diferencias llevaron a protestas violentas. La policía y los investigadores todavía están tratando de determinar qué y cómo sucedió la protesta y quién estuvo detrás de todo. Es muy extraño pensar que el presidente pudo haber sido parte de ello y que se le acusa de alentar acciones violentas para derrocar el conteo final de las elecciones de noviembre. Por supuesto, el tiempo revelará todo lo que hay debamos saber para ayudarnos a continuar como una nación. El otro momento fue la inauguración, con la esperanza y visión de una nueva administración. Podemos orar y alzar la voz para ayudar a este nuevo presidente y a todos los políticos recién elegidos a medida que comienzan sus deberes de promulgar leyes para el bien de la gente. También debemos esperar que en los próximos días se rechace la violencia como forma de protesta, y que la violencia contra la vida también forme parte de la agenda.
Por lo general, esta semana estamos planeando enviar un contingente de personas de la Arquidiócesis a Washington para alentar a la gente a levantar la voz en protesta por el derecho al aborto que es parte de nuestra ley nacional. Aunque es una triste realidad que esto esté permitido, y esperamos un cambio en la ley, creo que el verdadero trabajo debe suceder más cerca de casa. Mi opinión es que no podemos legislar la moralidad a este nivel, por lo que nos deja el desafío de crear un mundo y una sociedad donde el aborto no sea necesario. Nuestro desafío es apoyar y amar tan profundamente a aquellos que están considerando el aborto, que esta opción ya no se sienta viable o sostenible. Ésta es una posición desafiante. Sin embargo, si las mujeres y / o parejas sintieran que, independientemente de su situación, serían apoyadas, quizás ellas y nosotros veríamos que la mejor opción es siempre la vida y la protección del feto. Esto significa que, como iglesia, comunidad y sociedad, nuestros recursos se asignarían para la protección y el apoyo de aquellas que están embarazadas y que no se sienten seguras o no tienen apoyo. Es una posición que requiere mucho amor, sacrificio y la voluntad de ver a alguien que está luchando con el embarazo y poder llevarla a una sensación de paz, independientemente de sus circunstancias.
También debemos comenzar a dialogar con quienes practican abortos o cuyo trabajo está en esa área. Ellos también deben ser tratados con paciencia y amor. Si están empleados y dejan este trabajo después de determinar que ya no pueden ganarse la vida de esa manera, debemos apoyar esa transición, que nuevamente requerirá recursos, paciencia y sacrificio. Provida es un gran paraguas, y todos deben ser bienvenidos bajo él, por lo que también debemos ayudar a aquellos que están involucrados en quitar la vida para hacer la transición a una postura provida. Estas son las promesas que busco en el movimiento Provida.
Finalmente, para aquellos que han tenido abortos y están luchando con cualquier emoción de culpa, tristeza, vergüenza, debemos continuar dándoles la bienvenida a la iglesia con un espíritu de hospitalidad radical para que, con suerte, comiencen a sanar sus heridas y se sientan fortalecidos para continuar como miembros de la comunidad. Estos pensamientos son, espero, una buena política y grandes promesas mientras protestamos por el fin del aborto.