In the last 57 years or so, the words of the Mass have been changed three times. At the beginning of the first change (around 1964), there was great upheaval as the presider at Mass was turned around to face the congregation, and the Mass began to be prayed in local languages. Many people began to leave the Church because of these changes. Like many of us, I have family members included in this sad reaction. The second major change occurred around 2010 and included new practices for everyone, including new words and gestures in the Penitential Rite and Gloria. Locally, many parishes put “how to” cards in the pews and, in some parishes, the pastors took the opportunity to educate and teach about the changes, and about the Eucharist. These, too, were changes that many people did not like, because of the perceived awkwardness of the language and the fact that many memorized patterns were being changed.
The most recent change came at the beginning of this past Lent. The bishops who are responsible for the liturgy in English-speaking countries have compared our English translation of the Latin “Dominus” to “O Lord” to other language translations around the world, and have determined that instead of saying “O Lord” at the beginning of each prayer addressed to God, that we will now simply say “Lord” It is a small change and probably 99% of Mass-goers will miss it, but it is a change in the way we pray. I use these examples of things that are passing and (sometimes) require change, even when it appears to be awkward or uncomfortable at first.
What never changes is our belief that at every Mass, through the Eucharist, we remember and celebrate the life, death and resurrection of Jesus Christ. These examples are modern examples of what we hear about in this week’s Gospel. Jesus’ criticism was that people, especially the Pharisees, were too focused on what was only nominally important, rather than the interior disposition of their hearts and minds toward God. Even during Mass, there are times when things don’t go perfectly, but every Mass is still a holy gathering of God’s people around the altar to pray and remember.
Whether your preference is the current Mass or some older version, the truth is that at the heart of the Mass is the memorial of the saving passion, death, and resurrection of Jesus for each one of us, and as if we were the only one who needed this ongoing act of love. The lesson is that we, like the Pharisees in today’s Gospel reading, must be on guard against giving unbalanced importance to things that take us away from what is really vital. As we continue with the rest of the liturgical year, we will begin to hear more lessons like this. As these are presented, I hope and pray for all of us that we can continue to discover the heart of the Gospel and apply it to our daily lives.
Peace, Fr. Murray En los últimos 57 años más o menos, hemos cambiado las palabras de la Misa tres veces. Al comienzo de los primeros cambios, (~ 1964) hubo una gran conmoción cuando la misa dio un giro y se empezó a rezar en los idiomas locales. Mucha gente comenzó a dejar la iglesia debido a estos cambios. Como muchos de nosotros, tengo familiares incluidos en esta triste reacción. El segundo gran cambio ocurrió alrededor de 2010 e incluyó nuevas prácticas para todos, incluidas nuevas palabras y acciones en el Rito Penitencial y Gloria.
A nivel local, muchos pusieron tarjetas de “¿Cómo ...?” en las bancas y en algunas parroquias, los pastores aprovecharon la oportunidad para educar y catequizar sobre la Eucaristía. Fue un cambio que a muchas personas no les gustó debido a la incomodidad percibida del idioma y al hecho de que se estaban cambiando muchos patrones memorizados. El cambio más reciente se produjo al comienzo de esta Cuaresma pasada. Después de comparar nuestra traducción al inglés del latín "Dominus" como “O Lord” con traducciones de otros idiomas en todo el mundo, los obispos que son responsables de la liturgia en los países de habla inglesa, han determinado que, en lugar de decir O Lord al comienzo de cada oración dirigida a Dios, ahora simplemente diremos “Señor”.
Es un pequeño cambio y probablemente el noventa y nueve por ciento de la gente no lo notará, pero es un cambio en la forma en que oramos. Utilizo estos ejemplos de cosas que están pasando y (a veces) requieren un cambio, incluso cuando parece raro o incómodo al principio. Lo que nunca cambia es la enseñanza de que en cada Misa, en la Eucaristía, recordamos y celebramos la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
Estos ejemplos son buenos ejemplos modernos del Evangelio de esta semana. La crítica de Jesús fue que las personas, especialmente los fariseos, estaban demasiado concentrados solamente en aquello nominalmente importante, en lugar de la disposición interior de sus corazones y mentes hacia Dios. Incluso durante la Misa, hay momentos en que las cosas no salen perfectamente, pero cada Misa sigue siendo una reunión sagrada del pueblo de Dios alrededor del altar para rezar y recordar. Ya sea que prefieras la Misa actual o alguna versión anterior, lo cierto es que el corazón de la Misa está en el memorial de la pasión salvadora, muerte y resurrección de Jesús para cada uno de nosotros, y como si fuéramos los únicos que necesitaran este acto continuo de amor.
La lección es que nosotros también debemos estar atentos para no dar una importancia desbalanceada a las cosas que nos alejan de lo realmente importante. A medida que continuamos con el resto del año litúrgico, comenzaremos a escuchar más lecciones como esta. Conforme se presenten estas cosas, espero y oro por todos nosotros para que podamos seguir descubriendo el corazón del Evangelio y aplicándolo a nuestra vida diaria.